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Irma Ramírez Molina/
La reciente visita de Alfonso Ramírez Cuéllar perfiló los últimos detalles de la salida de Ciro Sales Ruíz que ―por fin― tendrá que dejar la dirección estatal del Movimiento de Regeneración Nacional en Chiapas, después de más de 5 años de pervivir artificialmente al frente del partido ganador en 2018.
Secuestrado por Ciro (y claro, de los secuaces que lo ningunean), Morena demandaba desde hace muchos años la renovación de la dirigencia estatal en un proceso abierto a sus verdaderos militantes, no de unos cuantos consejeros estatales entregados con la dirección política.
Ciro Sales quiso congraciarse con Ramírez Cuéllar, pero la directiva nacional simplemente dejó en claro que era el momento de poner orden en el partido antes del próximo proceso electoral y que su permanencia al frente de la dirigencia estatal era prácticamente imposible, precisamente para no repetir modelos del viejo régimen.
Ciro Sales simplemente buscaba llegar a la próxima elección, articular en los primeros espacios al grupo que lo conduce, el del súper delegado de los programas de Bienestar, José Antonio Aguilar Castillejos (a la sazón, presidente del Consejo Estatal, además), pero de forma tajante le dijeron que el acuerdo era convocar la renovación para antes de fin de año.
El principal argumento de Ciro fue que hubiera el acuerdo con todas las fuerzas políticas principales en Chiapas, que, aunque no se quisieran repetir esquemas de la vieja usanza, deberían estar todos de acuerdo y cuando supo que quien despacha en Palacio tenía en su agenda un encuentro al final del día con Ramírez Cuéllar, el reducido dirigente morenista chiapaneco, entendió que su suerte estaba echada.
Ahora, falta el pataleo final que, de aquí a diciembre, se organice el Consejo Estatal y su renovación (como primer paso) para que aterrice a los niveles municipales y de ahí, vuelva a subir el mandato para elegir al nuevo dirigente estatal, un cronograma que se antoja difícil, pero que ahora tendrán que ejecutar en poco tiempo.
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