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Irma Ramírez Molina/
Desde el momento mismo en que asumió la presidencia municipal, Rosa Irene Urbina Castañeda comprendió que un tema crucial para Tapachula, es la seguridad y a ello se avocó no a la espera de elogios, sino de los resultados que hoy ubican a la llamada Perla del Soconusco en un mejor escenario en el contexto de las mediciones de los índices delictivos que por momento, van a la baja y por momentos, se quedan por debajo de la media nacional.
En el tema de seguridad, la alcaldesa sabe que no puede darse el lujo de no estar informada, de no tomar una decisión todos los días en defensa y protección de los tapachultecos, de mandar sobre una corporación policial bajo el asedio constante del crimen y del escrutinio público.
Por eso la alcaldesa de Tapachula, tiene claro que las mesas de seguridad regional sirven para articular las estrategias en contra de la criminalidad de la región y que mientras su municipio no asumiera plenamente el liderazgo que le confiere su importancia estratégica en la zona, el tema no tendría la relevancia dentro de la agenda de la 4T a nivel municipal.
A la presidenta de Tapachula le tocó resolver esa crisis de seguridad que, por momentos, tiene explosiones de violencia, oleadas de delitos, producto del movimiento migratorio, pero ha sido una decisión valiente (propia de mujeres en el poder, capaces y suficientemente inteligentes para aceptar consejos también inteligentes) plantarle de frente cara al flagelo de la delincuencia, especialmente porque las familias se merecen vivir en paz.
Ya que hoy la reconozcan como una alcaldesa comprometida en la forma muy particular de atender la inseguridad en tiempos de la cuarta transformación, son reconocimientos que llegan porque el trabajo es constante, disciplinado, orientado al resultado, sin titubear, valiente incluso.
Que una mujer esté gobernando bien Tapachula, es justo decirlo, porque reconocimiento, sin resultado, es pura vanidad.
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