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Irma Ramírez Molina/
César Julio de Coss Tovilla representa un exceso de confianza en la 4T: debía irse desde hace mucho, pero respiró de forma artificial gracias a que la pandemia le permitió transitar 2020 sin hacer absolutamente nada.
Se dice que es un tipo renuente a la disciplina, voraz con el dinero, un arquitecto que no tenía experiencia alguna en la administración pública y que su mayor referencia era su propio rancho y los propios logros de su hijo, con quien todo aquel constructor beneficiado por su gracia, se reportaba religiosamente.
Y se podría ocupar este espacio para documentar sus trapacerías, lo cierto es que, a esta columnista, no le importa, porque de nada servirá la denuncia, si no existe un auténtico ejercicio de rendición de cuentas y cero tolerancias, como se pregona a los cuatro vientos.
Lo que sí se puede manifestar con toda claridad es que la obra insignia de la gestión actual, la remodelación, ampliación y modernización del aeropuerto internacional “Ángel Albino Corzo” fue la gota que desbordó el vaso desde hace casi un año: debió quedar en diciembre, pero De Coss Tovilla simplemente no cumplió.
Ahora se sabe, el arquitecto se la pasó pavimentando calles en todos los municipios, repartiendo el presupuesto con los suyos, pulverizando el gasto en nimiedades, dispersando la acción beneficiosa que genera la obra pública, haciendo negocio desde el ejercicio público, haciendo como qué hacía sin hacer absolutamente nada.
Pero lo cierto es que las obras del aeropuerto registran un avance de apenas el 30%, se salieron de la programación establecida y, con ello, de los costos de la inversión inicial, una situación que hizo perder tiempo al gobernador en la palabra empeñada con el sector empresarial, turístico y la importancia de la reactivación económica actual.
Vino la pandemia y el Arquitecto de Coss se tiró a la hamaca, se dedicó a las banalidades (y al lujo) de no hacer absolutamente nada. Ahora que lo botan de la dependencia, se descubre que los recursos federales programados para 2020, están a punto de convertirse en sub ejercicio: poco más de 40 mil millones de pesos que podrían regresarse a la Federación con una nota inscrita que diga, como Simojovel: “Es que la persona encargada no supo cómo gastarlo”.
En fin ―pero qué bueno― que por fin corrieron a César Julio de Coss Tovilla, un tipo que, en ningún momento, durante el año ochos meses al frente de la Secretaría de Obras Públicas del Gobierno del Estado, dejó de despreciar la existencia de la prensa y de lo terrible que le hicieron la vida cuando le preguntaban por su trabajo, el cual, queda claro, nunca hizo, porque nunca movió un dedo, salvo que fuera para beneficiar a su familia.
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