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Irma Ramírez Molina/
Los chiapanecos no pudimos tener mejor tino para demostrar nuestro #Valemadrismo, que en el peor momento de la fase 3 de la pandemia del #Coronavirus, justo cuando los contagios son comunitarios, exponenciales, cuando el número de enfermos va para arriba inevitablemente.
Fue suficiente una promoción de pizzas para tener el pretexto suficiente de salir al tropel de la cuarentena en casa después de 1 mes y 8 días de estar cuidándonos de que los contagios no se multiplicaran.
Puede llamarse de muchas formas: desesperación, falta de comida, necesidad, pobreza o ignorancia, como usted guste y mande, pero lo cierto es que es #Valemadrismo puro, entre no creer a estas alturas con más de 200 mil muertes en el mundo, que la pandemia exista y sea real y la urgencia por retar a la suerte, por no darle crédito a nada, por exponerse “a ver qué se siente”.
Contemos juntos los 14 días que tarda el virus en el sistema inmune para manifestarse y preparémonos para conocer de trágicas historias el próximo 10 de mayo, el Día de las Madres, cuando la situación esté rebasada, cuando tengamos imágenes dantescas fuera de los hospitales y las clínicas Covid, producto de esta irresponsabilidad de menospreciar la vida, especialmente, la vida de nuestros adultos mayores.
Toco madera, le pido a Dios nos proteja a todos, nos cuide, nos guarde y nos colme de sus bendiciones, pero ante la necesidad, la imprudencia, la estupidez, no hay fe que resulte, porque una cosa es el fanatismo religioso como uno de los extremos que hoy muestra su peor cara, y otro muy distinta, el ímpetu del imbécil, del estúpido, del imprudente, del ignorante, del idiota que tiene necesidad de atención, de probar su dicho, falto de escrúpulos, que se escuda y esconde en su arrogancia y falsa valentía.
Eso mismo le pasó, por ejemplo, a Ecuador, que retaron a la autoridad, que pretendieron confrontarla, que no le dieron crédito en lo más mínimo y se expusieron. Luego ya vimos las historias: cuerpos, féretros en la vía pública, fosas comunes, muertos en casas muchos días después, pudriéndose porque el servicio funerario fue rebasado, porque, aunque se prepararon, la torpeza ciudadana rebasó cualquier expectativa.
Hoy, Guayaquil es la ciudad del arrepentimiento mundial, pero de nada sirve porque lloran a miles que pudieron salvarse. Y no me crean a mí, revisen el internet y dense cucharadas de realidad por si mismos.
No hay necesidad de ser tan imbéciles (no hay término más adecuado), no tenemos por qué se tan idiotas contra nuestra propia bioseguridad, no tiene por qué haber restricción de las garantías constitucionales para obligarnos a cuidarnos y quedarnos en casa, porque apenas estamos llegando a esta crisis y no podemos cansarnos en el primer tramo.
Y este es el momento de pensar que somos una sociedad inteligente y si no, por lo menos, disciplinada, obediente o, ya de plano, temerosa de lo que hemos visto en otros lados y no queremos que pase ―jamás― en Chiapas.
#QuédateEnCasa
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