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Irma Ramírez Molina/
Esta es la situación que prevalece en el Centro de Tuxtla Gutiérrez, este jueves 23 de abril por la tarde: cientos de personas hacen colas en los servicios bancarios, en la compra de la comida diaria, en el mandado “impostergable”, en la urgencia de salir, en el hartazgo y fastidio del encierro de un mes, olvidándose que no somos inmunes al Covid 19, que no hay suficientes ventiladores para la respiración asistida de quienes se enferman gravemente y que esta pandemia ya contabiliza 180 mil muertes en todo el mundo.
No es insensibilidad de parte nuestra, es una terrible indolencia de todos los incrédulos que necesitan ver la tragedia en la puerta del vecino para entender que la crisis asecha nuestro entorno: no es necesario que se nos muera nadie en casa para entender que la mejor forma de contener la transmisión de contagios, es estar encerrados.
Hemos superado peores crisis, nos hemos quedado al borde de muchas tragedias y hoy no podemos guardar la compostura, contener las ansias, parar la urgencia de vernos, de estar en la calle, de comentar las cosas, de no hacer uso de las tecnologías.
Es lamentable, sólo esperamos que no sea demasiado tarde. Tenemos abuelitos en casa, personas mayores, principal población de riesgo y muchos no quieren entenderlo.
Que nuestra pobreza y desigualdad no se mezcle con ignorancia y valemadrismo, porque en peores condiciones hemos estado que no podamos superar el momento más acelerado de la curva de contagios.
Es momento de ser solidarios entre nosotros: donde comen uno, comen dos. Es hora de ponerlo en práctica.
#QuédateEnCasa
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