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Irma Ramírez Molina/
Recientemente criticado porque es una especie de colaborador, de funcionario, producido en los lixiviados del viejo PRI que tanto gustan al presidente Andrés Manuel López Obrador: eficiente, articulado de palabra, solícito, vil ejemplo de aquella famosa anécdota de cuando el “Jefe” preguntaba “¿los cocodrilos vuelan?”, en el ánimo de no contradecirlo, un priista temeroso, amante de la sumisión, leal, astuto, habilidoso, respondía “sí, pero bajito”.
Así es Zoé Robledo con Andrés Manuel López Obrador según un columnista político nacional que no quiere a ninguno de los dos y que, además, detesta todo lo que representa la 4T en México, porque tiene falsarios como el actual director general del IMSS que no lo ocultan, sino que, por el contrario, lo presumen como acto circense.
El chiapaneco está en la expresión más alta de su carrera política, está permanentemente calculando sus posibilidades políticas, no deja ir ninguna oportunidad de acercarse más a AMLO: esa es su estrategia, tener para estas fechas del 2023, la venia del tabasqueño para regresarse a la aldea y construir un proyecto político en torno a la gubernatura, la que, por cada muerto en sus hospitales, la ve alejarse, pero con cada crédito solidario otorgado, se le vuelve más asequible.
A eso nos referimos con las dos pistas políticas en las que todos los días sale a dar su mejor actuación: en su condición de director general del Seguro Social, Zoé Robledo es responsable directo del saldo final de esta crisis sanitaria que estamos atravesando y que se vislumbra cuesta arriba, con una cifra de muertos en ascendente constante, la mayoría de los cuáles ha ocurrido en sus hospitales y si no, ocurrirán igualmente en el territorio de sus actuales responsabilidades.
Por eso también busca ser la cara amable del gobierno de la 4T, recuperar un porcentaje mínimo de todo lo que pierde por cada vida que se cobra el Covid 19, que le sangra las posibilidades políticas del futuro, al menos sobre un target de 645 mil créditos que debe asegurar, no solamente en éxito de aceptación, sino en éxito de retorno, de que lo paguen.
Lo que pasó en el hospital de Las Américas, en Ecatepec, Edomex, es la alarma prendida permanente en su cuarto de guerra: no podrá librarse de la futura mancha de tragedia que el Coronavirus representará y, sobre todo, por la posibilidad de que esto mismo vuelva a ocurrir en Chiapas (lo que Dios quiera no suceda) pero las probabilidades al respecto, existen y son reales y, todas esas flechas venenosas, apuntan directamente al corazón del nacido en Motozintla.
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