jueves, mayo 14, 2020

LA NUEVA NORMALIDAD 130520

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Irma Ramírez Molina/

Sin claridad, ambiguos, bajo el argumento de respeto a las libertades, las autoridades federales soltaron la responsabilidad del regreso a clases a padres de familia para enviar a sus hijos a las escuelas, si el próximo lunes primero de junio, hay condiciones sanitarias para que retomen las clases presenciales en grupo y frente a sus maestros.
Claro que, si se les pregunta a las familias, prevalecen dos mitades claras: los que ya no soportan el aislamiento (no estamos acostumbrados a ello) y los que por nada del mundo expondrán a sus niños a la posibilidad del contagio.
Quedó demostrado que la presión de las industrias automotrices que operan en México la maquila que necesitan para ensamblar en Estados Unidos, prevaleció y obligó a anunciar su nuevo segmento como “actividad esencial”; la actividad minera, también ejerció su poder de control y logró su propuesta de reapertura para el próximo primero de junio, gracias a la presión mundial por seguir la era de consumo, básicamente en las nuevas tecnologías.
La industria de la construcción es la ganancia del Gobierno de México, porque ello permitirá que el universo de créditos acomodados en 60 millones de familias, reinicie sus actividades y comience su loca carrera por recuperar los más de 550 mil empleos perdidos en abril, cuando comenzó este episodio de la vida nacional.
Son 3 millones de frentes de trabajo que el presidente quiere que se noten como parte del proceso de recuperación, que por todos lados se vean escuelas en proceso de transformación, que los albañiles entren al quite en la narrativa nacional: en plena era post Covid, hay trabajo y con eso tenemos para estar plenos.
Además, con los picos de las pandemias en las principales zonas metropolitanas (Valle de México, Monterrey y Guadalajara) comenzará el proceso de “inmunidad de rebaño”: entre más infectados haya, mayor será el nivel de resistencia al virus y cada vez menos registros, sin que ello signifique que la pandemia desaparezca.
Es decir, la decisión está tomada: que se infecte el mayor número de la población, al tiempo que sostiene la capacidad de atención hospitalaria, sin ser rebasada y nos acercamos a la contabilidad estimada de 6 mil muertos durante este periodo.
El regreso a clases en Chiapas, tiene componentes como que la propia Secretaria de Educación, Rosa Aidé Domínguez Ochoa no tiene la menor idea de cómo hacerlo y que su propuesta ante el Comité Estatal de Emergencias en Salud, es un símil de lo que Esteban Moctezuma Barragán, titular de SEP, presentó a nivel federal y que hoy lo tienen con la posición que ya le conocemos, de plegarse a lo que decidan los padres de familia, una postura cómoda que bien le podría valer la salida del gabinete por ir en sentido contrario.
Además, Domínguez Ochoa está contando con la eterna y sistemática resistencia de la CNTE que no le dejó implementar la estrategia digital de Escuela en Casa, que la torpedeó hasta el cansancio y que si bien el ciclo escolar estaba avanzado hasta el 80% en todo el país, en Chiapas no representa ni un 20% y exponerse a un retorno que haría un desastroso efecto en cadena, es otra de las razones por las cuáles guardar “mutis sepulcral”, ahora cuando más se le necesita.
Y finalmente, hay que concederle el derecho a la duda al Secretario de Salud, José Manuel Cruz Castellanos (cada vez con menos argumentos de peso, sólidos, científicos, en sus conferencias vespertinas), de que la pandemia no pasará de los niveles exponenciales que representan sus registros, que, aunque siguen subiendo, no alcanzan ―ni alcanzarán― los números de la Ciudad de México y se la puede llevar “ligerito”, sin picos y sin crisis, aunque sigan muriendo chiapanecos por imprudentes.
Esa es la nueva normalidad a la que vamos a regresar a partir del primero de junio próximo.

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